sábado, 25 de enero de 2014

Día 1



Las calles son diferentes, esta no es la ciudad donde yo vivía. Hace sólo un año nada de esto me interesaba. Un único año que mantuve mi sueño alejado de este lugar, y ya las calles se han vuelto oscuras, pero más iluminadas. Sólo el diablo quierría caminar por ellas, y yo era el diablo de turno.
Yo recorrí esa nueva y única calle que ya había recorrido tantas veces, respiraba junto conmingo. Vaciaba su estómago de miedo al mismo tiempo que yo. No me detuve. Maipú y combate de los Pozos. Ellos dos solían llevar el secreto adentro, ese que los eones estaban guardando. Pero hoy no, hoy sólo una pudo inyectar en mí una especie de animal ancestral nunca antes descubierto por los arqueólogos. Combate de los pozos. Ella dejó de ser un combate para convertirse en una subordinación. Eso es, yo fui el rey del camino, un camino de tierra sin salida, poseído por mis entrañas. Sentí los milenios que pasaron hasta que los límites de la calle fueron delimitados, mientras el frío penetraba la piel como un cuchillo el aire. Llegué a la esquina en que las dos calles nombradas se entrecruzan una arriba de la otra, tierra sobre tierra. Doblé aquella esquina. La obscuridad de Maipú era famosa, yo la arodaba. Era como si la luna no pudiese brillar en aquel lugar, como si la luz se hubiese retirado ante la inminente caída de su imperio. El respandor se suicidaba al llegar al centro de la calle y el miedo afloraba como una pequeña lágrima tratando de escapar por la retina de un ojo. Sin embargo, ahora un asqueroso foco naranja había sido implantado allí y una tortura de luz anaranjada hace que la gente no pueda enfrentar su miedo a la penumbra. La aparente soledad se convirtió en soledad absoluta.