viernes, 3 de octubre de 2014

Sólo una manga

Hay ciertos encuentros que no se realizan en un momento dado del tiempo, sino que lo hacen en el pasado. Ciertos sucesos carecen de compatibilidad con aquel espacio-tiempo en el que se los encuentra. Sin embargo, como ya habrán tomado su lugar en el pasado, pueden suceder de nuevo, pero siempre en estancados en ese momento. Cuando uno entra a aquel santuario olvidado de la memoria, es decir, aquel edificio abandonado que una vez construyó con mucho orgullo y que ahora las ruinas lo devoran y las ruinas caen en él como lluvia, no puede vestirse con el presente. Uno debe disfrazarse de lo que uno era. Este disfraz hace de pantalla de aquello que no se quiere mostrar como lo que es. Ese modo de proteger al otro del "monstruo" (a ojos del otro) en que uno se ha convertido porque sabe que no lo podrá resistir, que aquel nunca hubiese querido que se terminara así. Por eso nos vestimos de ese recuerdo que los demás tienen de nosotros, no para no mostrar la madurez de nuestro ser, sino para no mostrar aquellos mal llamados "monstruos" a los que se les tiene miedos. Los encuentros originados en el ojo de este huracán de la memoria, son invisibles, pues una de las partes no sabe con quién está realmente, pero tiende a comprender más de lo que se piensa.

Algo de toda aquella sabiduría que se nos ha sido legada escapa del disfraz. Se hace ver como una aparición en nuestros ojos, como un trueno que cae de lleno en la mañana roja de la conciencia. Una rama se desprende del árbol como si siempre hubiese pertenecido al suelo y no al vegetal. Una manga, sólo una manga es posible descubrirse de aquella maraña de mentiras que antes eran verdades. Sólo una manga, una muñeca se extiende y deja al descubierto la carne negra de nuestro cuerpo. Una manga. Se entra, se descubre la manga y luego de esto no queda más que irse, porque esa insinuación de nuestro presente ya destruyó todo aquel ayer que se intentaba reconstruir de las cenizas. Se entra, se descubre la manga y se va. Dejando en realidad una parte del presente en el otro para que comprenda la carga que se está llevando, pero ocultándola de su vista, porque a él le hace más mal que a nosotros. La manga se descubre y con ella una parte de la verdad, que es en realidad toda la verdad, todo el presente que destruyó sin piedad a la nostalgia absurda de un pasado sin rumbo. Ahora sólo queda irse. Marchar y marchar. Infinitamente caminar sin entender por qué, pero descubriendo la manga si hay que hacerlo.

Luego de caminar ya unos minutos, no se vuelve. Nunca.