sábado, 5 de diciembre de 2015

El Tigre

Dicen que en realidad, en la leyenda de Quiroga y el tigre, fue el felino quien se subió al árbol amedrentado por los filosos dientes del riojano.

La caminata de Manuel Campbell

Se encontraba Manuel José Campbell en una esquina cerca del boulevard. Desnudo. Allí se sentaba todas las mañanas pensantivo y despojado de sus ropas. Su flácida panza colgaba y su miembro lograba esconderse entre las piernas, encogido por el frío polar. Un teléfono celular que se posaba a su derecha, sobre el banco, y un paraguas morado apoyado a su izquierda cooperaban en dar una sensación de compañía al exhibicionista. "¿Tendré alguna chance de encontrarme con ella? No creo. Estoy muy seguro que no. Tal vez. ¿Es que fue un sueño? Seguramente. Cuando la vea, me voy a acercar corriendo... no, no, no... podría asustarla, mejor caminando. Cuando la vea me voy a acercar caminando, con una sonrisa. Mejor serio, seguro que odia tanto como yo ver los dientes de la gente. Gente sonriendo, ¡qué asco! Sí, mejor serio. Cuando la vea me voy a acercar caminando, serio y le grito entonces... ¡No! No le grito. A nadie le gusta que le grite alguien serio. Tal vez debería sonreir mientras grito. ¿Es eso posible? Sí, es posible! ¿Será posible? Omar tiene la mejor puntería de todas, no puede fallar en la misión ¿Y si lo hace?".
La verdad era que nadie pasaba por ahí a esas horas, un día nublado y silencioso, tanto que las gotas de lluvia acustizaban la escena aún sin haber terminado su larga caída. Ninguna de ellas. Pero Manuel José Campbell las esperaba ansioso. "Bien, antes de caminar debería llamar la atención con algo, digo, para que me vea confiado. Pero tiene que ser algo sutil, nada de '¡eh!' y esas cosas, tiene que ser sutil. Sutil. Ya sé, tiro una moneda al piso, en algo metálico para causar más alboroto, y cuando vea de que estoy ahí, empiezo a caminar. Es una buena idea. No, no es. Va a creer que soy un torpe por arrojar la moneda, además de que debería agacharme a recoger la plata y rompería con el encanto de la caminata. Primero debería pararme a buscar alguna moneda. Debo caminar lento, con las dos manos en el bolsillo. No, sólo con una en el bolsillo y en la otra sostener algo así como un cigarrillo encendido. Sí, entonces antes de empezar a desfilar prendo el cigarrillo como si nada me preocupara. Todo 'charmin man' y 'cool'. Pero... yo no fumo y, peor, no tengo bolsillos... ¿Qué hora será? Tal vez sea el momento. La única oportunidad que tenemos, que tengo".
Manuel, ya estaba por empezar a sentir los pellizcos en todo su cuerpo. De esos que mojan. Creo. Mientras tanto nadie llama. "¿Será que estaré esperando mucho? ¿Lo habrá logrado?. Yo creo que sí. Nadie tiene mejor puntería. Espero que ella se aparezca ahora por si él falla. ¿Llueve? Espero que llame pronto, estoy sentado acá hace mucho. ¿Vendrá? Ya no recuerdo quién era, por eso de que no la conozco. A penas si soñé una vez con ella. La estoy esperando para caminar hacia ella y luego... ¿Qué?. Será que si falla no la veré más. ¡Uff que hace frío! Nunca me cayó bien ese Omar, boludazo creído, le bajaría el comedor de una piña. Pero que tiene buena puntería la tiene. Y es mi última oportunidad. Mírenme, estoy en manos de un pervertido. Entonces: ¿Empiezo por el pie derecho o el izquierdo? Con el derecho me llevo mejor. Pero el izquierdo es como más potente y crucial para una caminata. Dejaré ese para el elemento sorpresa. Uff, se largó". Alargó el paraguas y se lo pasó por arriba de la cabeza. Las raudas gotas chocaban en el escudo. Muchos se preguntarían luego "¿Por qué le molesta más la lluvia que el estar desnudo cuando hacen 10 grados celsius?" y nadie podría responder bien esa pregunta. La piel se transparentaba. El pene se acurrucaba junto a las bolas del gordo.
 "A la hora de caminar, hay que saber dos cosas, decía ese diario... emmm... ¿Cómo era? Calidicia Times. A ver si recuerdo. Diecisiete mil ciudadanos mueren en la 3er guerra por la urbe... upsss... Esa página no era, creo que era la siguiente. A ver... sí, acá está. 'Instrucciones para caminar'. Primero, la gracia debe venir de los muslos y tobillos, que es donde más fluye el andar. Para aprovechar estas zonas, debemos colocar la pierna con la que se decida arrancar lo más cerca posible de la otra. A su vez, el acompañamiento de caderas es muy importante, el movimiento llamado 'el vibador' le da elegancia y sensualidad al andar. Esos hombres no se resistirán a tu 'look' de verano tan tent... mmmm... debe haber algo mal en todo esto". Y el frío se apoderaba de los huesos que ya parecían estar al aire libre. Amagó a levantarse. No lo hizo."Tal vez todo esto de la caminata no es buena idea. No soy muy sexy con el pelo mojado. Mejor le mando un mail diciendole que la quiero y que por sobre todo amo sus piernas". Las calles vacías comenzaban a inundarse. Los desagües ya no aguantarían y comenzarían a lanzar agua marrón a borbotones, como eructando mugre y pestilencia. Manuel Campbell tuvo que taparse la nariz, aunque luego se dio cuenta que era preferible mantener la boca cerrada, pues el olor a mierda era preferible en sus fosas nasales que en su cavidad bucal.  Beep beep.  El sonido lo asustó de sobremanera. El esqueleto hizo *click click*. Por fín. El teléfono. "Celular con tapa. Nadie usa eso ya". Lo quiso abrir del otro lado, o sea, mal. Tardó en este movimiento más de lo que le hubiese gustado admitir. Cuando por fín en una desesperación mínima abrió el electrodoméstico, se enteró que todo el esfuerzo había sido la mitad del recorrido, pues quedaba apretar el botón verde. 5, 4, 1, 9, 7, 3, Enter ¡VERDE je je!. "Aló. Sí. Sí. Entiendo. ¡Todos sabíamos que iba a pasar!". Al colgar el telefono, el cuerpo de Manuel José Campbell había desaparecido. El teléfono y el paraguas se enviaban guiños, flotando inevitablemente, en la inundada esquina.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Lluvia Roja

Mi color favorito es el rojo. Como la lluvia. La lluvia roja. Esa que cae y arruina las ropas blancas, sedosas de todos los que se adentran en los descampados. Cae y tiñe los ojos de alguien que quiso mirar hacia arriba creyendo que era la mejor opción. Lluvia que desborda de las venas que cubren el cielo de azul. A estas horas, en estos tiempos, las calles se vacían. Nadie quiere que caigan las gotas rojas en su cabeza, es entendible. El miedo. En realidad, yo no lo entiendo. El miedo a ellos Pero es entendible. Me agacho para levantar un papel entintado. Pedacito de carne. Lavandería "Vuelta al Mundo". Distraído piso un charco. Sufren mis medias la inundación. Ella estará en su casa viendo la tele o fumando mientras deja abierta la ventana para presenciar el goterío. A ella también le gusta el color rojo.
Vine caminando porque pensé que no me mojaría y tenía razón. Las paredes de esta iglesia fueron víctimas de un bombardeo hace 40 años. El día que yo nací. Hay algo en este lugar que se siente cercano, como un espíritu amigable, una memoria visual y auditiva. Los chapoteadores se hacen eco de su galantería alrededor de esta cruz. Las graciosas explosiones que llovieron no pudieron derribarla. Glub. Splash. Boom. Ruinas amistosas goteantes, con fugas, fugaces. Entrar por uno de los agujeros solitarios, refugio de muertos. Los asientos han sido robados y las baldosas estan rotas pero aún se puede caer más bajo. Agacharse más abajo. Frío y el sobretodo rojo. El sombrero negro. Dibujo en la roca una madre o un padre o alguna otra figura monstruosa. Ella se debe estar regodeando con la lluvia. Conforma un odre sin fisuras con sus propias manos y bebe de él. Su cuello en cascada cascadea. manchando su, seguramente, pulóver.
Las venas del cielo tapan el sol. O tal vez es de noche. Tarantino estaría orgulloso del paisaje. Masacre a la vista. Me entretengo viendo los círculos en mi sobretodos. Aumentan. Hasta que desaparecen. Ella estará riéndose. Burlándose del aparato circulatorio que recubre el cielo. Mofándose de mis venas abiertas. Si las riegan las plantas crecen azules.
 Acá estan. Los escucho. A través del manto sonoro goteante. Glub. A través de las calles en contramano. Ellos son como ella. Les encanta salir en días como estos y pasear por las ruinas de iglesias pedregosas. Escuchan. Ven. Huelen la sangre. La lluvia roja los trae. Las calles vacias los propician. Sacian su sed en los charcos espesos. Pasean, corren, vuelan, aterrizan de nuevo, golosinean. Normalmente se refugian en los pasadizos oscuros, acogedores, encogedores. Y ahora toman las avenidas, se agrandan. Ellos piensan que están solos. Pero no, yo estoy acá. ¿Me vieron?. No, todavía no. Ellos son como ella. Pero ella no sale, se parapeta en un departamento. 6to piso. ¿Me vieron? Sí. El rojo gracioso, poderoso, fogonero, ensordecedor, perturbador, sanador. Vienen. Corren. Muerden. Mi carne sangra azul. Violáceo festin. El calor de la lluvia se hiela. Odio el azul. Se van llenos. ¿Muero?. Me levanto y recojo mi sobretodo púrpura. Camino hasta la puerta. ¿6to "A"? No importa. Las noches (creo) como estas son bonitas, dejan un hedor férreo en los ojos.
Amaina. Voy a volver. Ella cierra su ventana y comienza a llorar. Yo la voy a escuchar desde mi cama. En el llanto que llega a mis oídos, lo sé. Mi sonrisa se estira burlona.

lunes, 26 de octubre de 2015

La caída

Hay algunos que piensan que empezamos a caer desde que nacemos. Que en el momento en que cobramos vida (sea cual sea este momento) es el instante en que empezamos a distinguir el aire que recorre nuestra cara y que a lo lejos se ve el piso. Duro. La muerte segura. El destino final e irrevocable. Yo no creo esto. Por lo menos esas burlas de que nacemos cayendo. No. No hay forma. El piso no es la muerte y la caída la vida. Tranquilamente se puede terminar de caer y a pesar de esto levantarse todas las mañanas pensando en qué se va a almorzar o si vale la pena alimentarse. Pensar a quién se va a votar en las elecciones o simplemente decidir irse a nadar un rato. A pesar de que ya el fondo ha sido alcanzado. Rabiando que nada puede ser peor y sin embargo lo es. Tratando de escalar a la salida con una pierna rota y un ojo chueco. Este escenario es totalmente posible y la gente no lo considera.
Yo lo llamo: El escenario de los vencidos. La gente que perdió en vida. Y en esto los libros y frases de autoayuda básicos (y como básicos nunca fueron escritos) dicen: "nunca se está vencido mientras se viva". BULLSHIT. Uno vive y se siente muerto. Lo que se expresa son sólo telarañas y huesos de cadáveres. Los pasos dejan de ser saltos al vacío y hacen eco en la fria tierra. El sol negro, la luna nueva. Se ha perdido toda voluntad. Tanto que se necesita cualquier pequeña excusa para sentir que todavía se está cayendo. ¿Hay formas de subir? Seguramente. Si alguien sabe me avisa.

jueves, 1 de octubre de 2015

Crack

¿Escuchan eso?
crack crack crack
soy yo que muevo los hilos
soy yo que asgo mis propias piernas
cada día las muevo más esforzado

porque cada día los caminos se hacen más pesados

Crack crack crack es lo que dicen con inconfundible voz
estas piernas de las que la buena naturaleza me dotó
sus quejas llegan prófugas a mis oídos diluviantes
No quieren avanzar, no, no, no saben  por qué 
Oxídense pañuelos del retorno
si ellas no quieren más
acá me quedaré

 Me obligan igual con su crack

¿Dónde puedo descansar de esta sinfonía?
Imagino siempre que al fin se rompen
antes de llegar a
casa

La locura
El miedo a existir
El monstruo marionetista
La vampiresa desalmadaapuñaladora

¿Cómo podrían siquiera tocar el piso estas dos
si la meta es sólo una rústica memoria que erosinó el tiempo?

Sonrisas desgranadas aportan combustible barato
pero crack crack crack
ellas caen
al piso
en la misma esquina
de siempre
ca
en
c
r
a
c
k

domingo, 13 de septiembre de 2015

Vigilante (Watcher)

Es hora de un minuto en el segundo justo. Tiempo espía de dramas televisivos bajo la alfombra o colgado en la pared. Mírelo usted que tiene lentes. ¿Lo ve ahí? Es una moneda que dice la hora. Tres con cincuenta. Aúlla el tiempo y nos ve rotos. El cu-cú cucuaba de la oreja de la mujer esvelta y desordenada. Comandantes de la desfachatez, aborden la nave. Todos lleguen a tiempo (que se acaba y yo no he encontrado a una mujer esvelta para enloquecer). Traduzcan las páginas 2 y 3 de sus libros de apicultura en italiano. Caigan de bruces al piso y pisoteen al de al lado al mismo tiempo. Aladínes. A las 1500 en el comedor. ¿Dónde está mi gallo? ¿Dónde estará? ¡Yu Ju Juy! Atrás dementes guardianes de esta zona horaria. ¿Dónde está mi cuervo? ¿A dónde estará? ¡Yu Juy! El cu-cú sonaba de la oreja. Se acabó el tiempo. ¡A la tabla! ¡Pueden quedarse con el cambio para pagarle a Caronte! ¡Hagan una vaca! ¿Esfinge? No, Estigia. Cuenta regresiva: 4, 3, 2, 5, 2, 4, 3, 2, 5, 3, 2, 2, 2, 2, 2, 2, -2, 2, 2, 2, 2, 0.

jueves, 13 de agosto de 2015

Brindis

Brindo por el hombre que construye su morada en la tibia barbilla de un águila tuerta. Brindo por el hombre que construye un castillo donde los muros son espejos y las lenguas serpientes en la cálida conciencia. Brindo por nuestros padres, que no comprenden que la libertad un niño se la imagina. Brindo por nuestros hijos que no entenderán que las cadenas las creamos con sudor y sangre de poeta. Brindo por una luna amarilla como la sangre que ahora corre por las venas de un simple retrato, suavizando su caída al suelo, levantando el polvo blanco que son los restos de un sordo-mudo. Brindo por los siglos de condena que le adjudicaron a las mentes que pensaron que la Tierra podría llegar a ser el centro del universo, los jueces convencidos de que el oro era agua. Brindo por los aplausos que le dan al último de los samurais post-mortem por sus años de valentía al servicio de su señor. Brindo por la última copa de vino que se tomó aquella novia que tuve una vez y que resultó no entender que la falda se la tenía que levantar en mi presencia no más. Brindo por los 10 centavos que encontré en el colectivo y que al brillar desde su pobre cobre, descubrí que el escudo era una mancha en la Mona Lisa. Brindo por el hombre de nuevo, que jóven se sacó los ojos para atravesar aquél campo de górgonas sin convertirse en piedra. Brindo por aquél que lee esto y me reinventa a través de sus palabras en la boca de otros que miran al noreste. Brindo por mí, ser entre todo ser, que solo no es. Brindo por mí que aún sin hacer nada puedo escribir con mis dos manos azules y mi tinta de escritorio. Brindo por la sana obediencia que tenemos a razones ilógicas que en lo absurdo nos convierten en humanos y nos dejan vivir hasta la muerte. Brindo por los pensamientos que quiero que abandonen mi cabeza. Brindo por los múltiples sustos que juegan una partida de póker con el infinito para saber cuál se queda con todo. Brindo por estas palabras que son las úunicas que han rondado en la guitarra de algún sabio borracho. Chin chin por ese hombre sentado atrás bostezando. Brindo por la música del alba que entre sospechas no entendemos. Brindo por esta última cena que se repetirá en eco mañana. Ya pueden sentarse.

domingo, 5 de julio de 2015

El Torturador

En cualquier momento se puede jugar al Torturador. Es simple, sólo hay que abusar en demasía de uno mismo y del otro. Hiperbolizarse a uno mismo y el poder que puede ejercer sobre el otro. Aprovechar la circunstancia en que uno agarra con minuciosa bronca el cuerpecito del otro y lo encierra entre los pliegues de las manos. Cárcel del desamparado. Imponer las reglas hasta que el otro sangre por el simple placer del sonreir maliciosamente. El torturador no es un juego que sólo remite a los tiempos de los romanos, y a los egipcios, y a los griegos, y a los neandertales, sino que es un juego que seguramente precede al universo y a la vida misma. El primer torturador creó este mundo para que pongamos nuestras garras en él y le saquemos hasta la última gota de sabia. También nos creó para que aprendamos el juego y lo utilizemos entre nosotros.

jueves, 18 de junio de 2015

Reclamos retorcidos de un mitómano

Las palabras que se escribirán a continuación no son esencia, sino que estan ordenadas aleatoriamente en una forma que explica, entre otras cosas, el estado en el que se encuentra mi mente y son sus relaciones las que pueden llegar a denotar algo. Se tratará en este escrito, de cerrar los ojos y explayar una molestia que se apega al alma como piedrita en el zapato, que aunque pequeña, no deja caminar. Se pondrá en cuestión la idea de una nada a la que se tiende a asegurar como la verdad misma que inunda la mitad de las cosas, pues no todo está hecho al cien por ciento de realidad pura. Yo por ejemplo, no soy real, existo, pero no soy real (Agilulfo de los Guildivernos me llamo). Cuando las líneas chocan la delgada capa, un toro majestuoso reanima su corazón senil. Cuano se reanima el toro, las olas del mar rojo se abren confundidas y yo paso admirando las terribles criaturas que se cubren con espuma de sal blanca de vergüenza, pues alguien las ha descubierto.
Yo, que procuré deshacerme de los remolinos infernales que azotaban a la desdichada Troya, dormí mil años en la lágrima dulce que era la sabia de aquel ciprés. Cuando desperté ya La Ciudad de las Murallas era cal sobre desierto y latía el corazón de un guerrero que en otra vida me había quitado el maíz de mi huerto.
Porque los hombres no nacimos para sufrir, ni para reír, sino para que accidentalmente nuestras manos azules levanten la taza de café de cada día y las murallas de sangre despierten la maquinaria sinfónica al compás de un pianista loco. Ya sabemos mucho sobre como no entendemos nada. También sabemos que lo que entendemos es lo que menos entendemos. A nuestros no-saberes les podemos agregar que lo oculto es nuestra materia preferida en términos existenciales.
¡Reclamo este gramo de azúzar y sal como mío! ¡Anuncio que todo aquél que pise este país llamado Agridulce, tendrá que llevar botas negras! El rey soy yo y quiero saber hasta dónde llegan los pies de los viajeros que pisan mi reino. Tengo miedo de que alguna emboscada se haga efectiva mediante el oculto arte de esconder los pies en la arena. Por supuesto que este rey fue estrangulado por las manos de alguien y no por sus pies, pero murió feliz de que su estrategia hubiese funcionado.
Despertar muerto es un problema que debe solucionarse con un poco de mate cocido digo yo. Como agujero sirvo. A veces cuando me aburro, le hago creer a la gente que escribo un cuento, y se lo hago leer todo. Cuando terminan, su cara se pone pálida, y dejan de entender el mundo en el que vivo. Lo único que no entienden en realidad es que estas palabras que caen espiraladas por las hojas no son más que un reflejo de una mente cuyo funcionamiento deficiente no tiene otra manera de hacerse ver. El círculo perfecto es el deseo de que algo que se eleve por sobre el barro espeso e inmaculado y ajedrezado, y me diga las últimas palabras.
Les dije el otro día a los chicos que eran mi pala. Sí, mi pala. Cuando la muerte cobra su día de pago antes de ir a algún bar a hablar sobre dadaísmo, a aquél que le quitaron sus días se lo entierra con una pala a su lado. Otra vez, la duda invade y en ella se aloja la idea de la posible resurrección del fiambre. Por estas razones, la pala es enterrada junto al cuerpo por si el muerto despierta y en una de esas quiere salir (tal vez muerto la pase mejor). Así, por si alguna vez se me ocurre vivir, sé que tengo una pala al lado.

lunes, 15 de junio de 2015

El sueño erótico de Ravel



Día. Era de día. Ravel estiró la mano, gritó. Se dio cuenta ahora sí, que era de día. Se encontró con la boca abierta, sentado en su cama casi manoteando los hilos que finaban de la cortina blanca. La luz entraba como bienvenida por los aromas del desayuno. Ravel tosía, pues, hasta hace unos segundos se había estado ahogando o creía haber visto a alguien que se ahogaba y se perdía entre la blancura eterna de un océano furioso. Las escenas eran confusas, pues primero sólo había visto un punto. Un punto. Tan chico que los bordes no podían ser bien delimitados. Tan chico que los instantes se metían en él de a medios. Se incorporó con movimientos algos toscos, por su agite y sus resoplidos de burro que aún no podía calmar. Las gotas de sudor cristalinas ya comenzaban a mojar su pierna desnuda, suicidas se lanzaban en larga acometida hasta su tobillo y se fundían algunas con el suelo. El punto. Era marrón. Exprimió pálido de su pobre pensamiento que aún le ponía trabas para siquiera saber dónde estaba. Algunas melodías compuestas por él se le entrelazaban como siseos desconocidos junto con las imágenes de una pintura surrealista que se comportaba como terrón de azúcar expuesto al infierno caliente de un té con limón. Pezones, claro. El punto marrón comenzaba a tener vida propia y redondeándose, se construyó como un faro que iluminaba un poco la oscuridad que ocultaba la escena completa. Mujer o mujeres fundidas en una sola. Las había visto difuminadamente como a través de un vidrio traslúcido, acostada o acostadas en la playa, yaciendo muertas y vivas sobre un suelo granulado que intercambiaba palabras líquidas. Pelo hasta los hombros, desnudez latina que nunca había podido contemplar antes, caras transmutadas al ritmo cambiante de la orilla y el mar. Lo miraba o miraban con lascivia, como si el acto de mirar fuera el propio acto sexual. Ravel oía la música que su cabeza expulsaba a modo de diálogo con las imágenes, al tiempo en que alcanzaba a distinguir el aroma de los croissants recién calentados que se filtraba a través de la puerta y curaba sus ruidosas exhalaciones. En la chica (ya pensando que podría llegar a ser una sola) se hacían claros los pies morenos, sus ojos castaños sincronizados con una boca carmesí que se posaba en la palidez lisa. Del labio superior se asomaban unos invasores blancos apretaban el labio inferior sonriente, mientras la mano planeaba y recorría el sinuoso costado hasta rozar uno de los montañosos senos que se sacudía y vibraba. Ravel excitado ya había dejado la música atrás para dedicarse a la laboriosa tarea de levantarse mientras se obligaba a recordar la hermosa figura de la mujer. No pudo recordar si era de día o de noche, pues lo que creía que había sido el Sol, podía haberse transmutado en alguna casualidad onírica en la Luna. Y el cielo negro portaba el apolíneo astro brillante y la ruta celeste a la sensual Selene. El mar seguía imaginando las olas que chocaban el cuerpo del lascivo cuerpo que invitaba a Ravel a unírsele en comunión con la arena. Ravel no contaba con que tenía que pararse y vestirse, sólo permanecía tranquilo y mirando a quién sabe dónde (ni él sabía), pues lo único interesante era entender la pintura que le brindaba su subconsciente. Ravel no podía ver su cuerpo, pero adivinaba que estaba desnudo y, aunque el viento soplaba huracanado, no sentía frío y tampoco veía que le molestara mucho a la figura tallada frente a sus ojos. Intentó mover un pie, pero así funcionan los sueños, cuando lo que más deseamos se presenta, nunca podemos asirlo y a veces ni siquiera acercárnosle. Así Ravel arrugó la frente y la música volvió, pero en forma de tempestad curiosa. La mujer miró sus propios pies (ya estaba seguro de que era una sola) y su figura se hizo tan nítida que alcanzó a ver que el punto marrón se había trasladado a su mejilla. Perdiendo la mirada sensual de antes, transformó su boca en una línea recta, sus ojos en piedras con iris, cómo si recordara que no tenía que estar ahí. Como si mirar a Ravel siquiera fuese un pecado por el que sabía que tenía que pagar, como si le hubiesen susurrado al oído que el sueño de aquél hombre era el equivocado y ya no viese la salida del laberinto en presencia del minotauro. Ravel se tomó la cabeza con las dos manos y dedicó su mirada al piso (que pensó que también este lo miraba), ya no quería pensar en lo que pasaría a continuación. Pero seguir recordando ya no era cuestión de voluntad, sino de obligación pues su mente había tomado la posta y se encaminaba hacia el final de una carrera que estaba seguro de perder. El músico vio por fin su mano abierta hacia delante (también cree que vio sus venas ramificándose en ella). Aún con ojos perdidos, la mujer rodó echándose hacia atrás en dirección al mar hasta que la espuma de mar la cubrió y se fundió con el océano. Ravel solía creer que en ese momento abrió la boca para expulsar algún grito gutural. Ya había pasado todo, ella se ahogó. Levantó la mirada y comenzó a volver en sí, como si una cortina negra lo hubiese hipnotizado un rato largo y de pronto esta se hubiese caído develando un bosque de bambúes glorioso. Todo había pasado. Una sonrisa triste le hizo comprender que la mujer estaba a salvo y que no se había ahogado, sin embargo, no la iba a volver a ver nunca más. De un saltito su cuerpo despidió su cama y luego de vestirse comenzó a bajar las escaleras silbando un bolero. Algo se le iba volando por detrás de la cabeza, tal vez el sueño, tal vez la música.

domingo, 24 de mayo de 2015

Los suspiros y sus historias

A veces suspirar profundo es aceptar la teleología de uno mismo en un determinado punto del espacio-tiempo. A mí me pasa seguido. Cuando encuentro un momento en el que puedo hacer mi sonrisa blanca, suspiro y expulso el aire que se creía perdido dentro de mis pulmones. También, cuando una momentánea felicidad es sepultada por un abismo de irresoluciones, confusiones, y profundas tristezas; suspiro y expulso los demonios impacientes por comer mi carne. Al hacerlo me concentro en la plenitud de los segundos, para luego inhalar, dándoles la bienvenida a estos oikófagos míos. Así suspiró Sísifo al extraer sus manos de la piedra, para que esta viajara montaña abajo. Odiseo se acordaba de esta historia en la encrucijada con una noche que le hizo dar cuenta que al lado tenía a su Penélope dormida, ya vieja, y él a punto de morir quería volver a Troya, pues allí había dejado su juventud y hermanos de alma; y entonces: suspiró. Y murió. Un vendaval soplaba desde la boca de Holmes, cuando todos sus casos ya habían sido resueltos. Las muchachas suspiraban aceptando su espera eterna por el amor de un hombre que no existía, y que fingía que suspiraba por las noches. El famoso suspiro de Dalí, fue dibujado sobre una mujer de espaldas. La última canción que compuso un músico fue una sinfonía que suspiraba "love me do".

Igual sigo viendo cada uno de mis suspiros en el tiempo, y los repito a veces. Así logro desvanecerlos como humo líquido, y al momento de volver al cuerpo se atañen con más fuerza a esta masa masa desnutrida que soy. Los dejo hacerlo. Impregnados de otros recuerdos me apuro a inhalarlos de nuevo, con miedo a que la desorganización del momento no les permita el regreso y fluyan libremente por los canales de la historia.


sábado, 9 de mayo de 2015

El castillo

I
En éxtasis mis dedos comparten el deseo de estar vivo
pero igual se convierten en arena
grano por grano caen al suelo
y se mezclan con la mala hierba hasta matarla
Nada puede crecer en ellas


II
Así, manco, construyo mi castillo
Solitario como el placer de esperar
Una roca se cruza bamboleante
Y con mi mentón la intento alejar
Y si mis pies se cansan mis muñecas viajarán
Las sendas que alguna vez decidí abandonar
Me siento en mi trono con miedo
Todo puede fallar
Largas las horas, infinito el espacio
Oscura, la sala intenta matar

III
Pero los sillones son cómodos
Pues mi piel los calentó
Allí se también se sienta
Mi lamento a coronar
Las ventanas son dobles
Pues las siluetas que quedan
En mis vastos dominios
No se deben reflejar
Mi vino no es uva
Mi pan no es trigo
Pues todo es arena
Que sirve para alimentar
Si bien no al alma
Al cuerpo que va a menguar

IV
Sutilezas brillan los domingos
Arrebatos del viento que entra
Pues mis verdugos en línea
Ya no se van a demorar
Los viernes de fiesta
Los payasos toman de más
Y parecen no entender
Las coplas del juglar
En este vasto territorio
Construí un laberinto
Aburrido me meto en él
Perdido siempre me van a encontrar

domingo, 12 de abril de 2015

En la tierra, los Gigantes

El gigante Rafael tenía serias dudas sobre arrojar la pava gigante sobre la hornalla gigante (hecha a medida por cierto). El café gigante que pensaba en hacerse esa mañana lo obligaría a levantarse- cosa seria ese día para un gigante- y la indecisión lo mantenía contra las cuerdas de su cama de 247 plazas. "Los gigantes no somos malos, no somos monstruos, ni siquiera comemos más de una tonelada de manzanas por día ¿Por qué nos mandan a luchar?". Como sabrán, nosotros los gigantes somos una raza muy educada, y no nos gusta molestar a nadie que no mida más que nosotros, pero a todos les gusta pintarnos como engendros horrorosos y grandes (esto último puede que sea verdad), por eso quieren llevarnos a la extinción. A Rafael también lo molestaban todos los días como a cualquier gigante que sea gigante. Pasaban unos 102 niños por día para burlarse de él, 67 mujeres se horrorizaban y gritaban cuando lo veían caminar en puntas de pie por las calles, teniendo cuidado de no pisar a nadie, y 89 hombres lo insultaban todas las tardes increpándolo para que se vaya del pueblo. Rafael sonreía y levantaba su sombrero a modo de "buenos días" a cualquiera de estas habituales contingencias.
Todavía en su cama, el gigante pensaba también en la guerra a la cual tenía que asistir aquella tarde. Iba a tener que matar. A los gigantes no nos gusta matar y menos un lunes a la tarde, día en que reposamos en nuestras reposeras gigantes y dormimos 15 horas seguidas mientras soñamos con lo que hicimos el domingo. No era justo. Rafael abría y cerraba sus ojos gigantes tratando de decidirse entre el camino a la cocina o el camino hacia sus sueños. "Lo que pase primero" sentenció con firmeza indecisa. 3 horas más tarde, se vio en decisiva batalla de miradas con su mano izquierda gigante. Un pequeño pelo gigante (para el cual se hubiesen necesitado tres hombres fornidos para a penas levantarlo del piso) había anidado entre las lineas y lo había hecho profundizar en su preocupación por quedarse calvo. "No quiero usar peluca, un héroe de guerra no debe usar peluca".

Tomando su café de 30 litros en su taza gigante, en su mesa gigante, abrió su libro gigante favorito. "Soy el gigante que hace patapún con el maldito patapún del pedregullo hueso para el apoyo de mis brazos". Lo curioso de los humanos es que no entienden bien de que se trata nuestra vida. Hablan y escriben como si supieran todo sobre nosotros. Monstruos de su pobre inconsciente. No somos guerreros ni nada que tenga que ver con este tal Ulises. Somos eruditos, artistas, portadores del conocimiento pasado y futuro como los héroes que Aristóteles deseaba en las tragedias de su pueblo. Somos buenos cocineros y bebedores de finos licores.. Descendientes del injustamente castigado Polifemo a quien al ofrecer hospitalidad a unos extraños, sólo su ojo no pudo ver la traición que brotaba de ellos.

La batalla estaba por comenzar. Rafael ya tenía decidido salir y acariciar a sus 30 perros en la cabeza, con gestos de buen dueño. Cuando llegó la hora, salió y saludó, como quien saluda a pequeñas figuritas negras en el horizonte, a nuestros otros hermanos gigantes, que lo esperaban a 38 kilómetros en el lugar donde la batalla se iba a llevar a cabo. Hizo lo previsto: acarició a sus perros. "Uy, me estoy olvidando el sombrero". Retrocedió. Ya sombrero en la cabeza, comenzó el viaje no tan largo. Un poco nervioso debo decir. Nosotros los gigantes nos escondemos tanto como nuestro pantagruélico cuerpo nos lo permite, por eso las personitas que habitan los alrededores se sorprendieron al ver a Rafael caminar por los pueblos tan abiertamente. Las mujeres expulsaron sonidos altísimos ante la vista de aquel hermano monstruo. Rafael, que seguía cavilando desde la mañana y acostumbrado a tales recibimientos, giraba la cabeza y se sacaba el sombrero en ademán de disculpas, respondiendo con una mirada desganada. Los hombres lanzaban desprecios varios hacía la enorme bestia, y en segundos saltaban y se escondían detrás de algún paredón para evitar la ira del monstruo. "acá estamos seguros". Mi hermano de raza seguió su camino sin detenerse y en 1 hora ya había conseguido la meta. Llegar. Doce amigos nuestros ya lo estaban esperando, todos tan sonrientes como Rafael (es decir, nada sonrientes). "Queremos irnos". Se hicieron las cinco de la tarde. "Queremos dormir la siesta". La batalla comenzó y en lo que se consume un fósforo terminó. El ejército de 1000 hombres del este fue sepultado bajo olorosos pies cuyo medida podía llegar a los 230 metros. Una victoria para los gigantes. Estos se miraron las caras, como espejos ninguna parecía haber cambiado en lo más mínimo. La pequeña alegría que volaba en los pensamientos de los vencedores era el retorno. Rafael, aún confundido, dio los quinientos pasos necesarios para que su casa pueda verse sobre la colina, humilde, de sólo 900 metros cuadrados, pero casa al fin. El pasto estaba todavía verde y los rumores del bosque que yacía detrás de la elevación todavía conservaban su magia de hace pocas horas. Esto disipó un poco las dudas de la cabeza de Rafael por el momento. Sonriente se vio en su espejo gigante. Cayó cual secoya en su cama blanca que tanto anhelaba. "Y es que la gente muere así de fácil". Y pensó y repensó hasta que en un momento, nunca supo cuando exactamente, se durmió haciendo así efectiva la típica siesta que a los gigantes nos gusta tomar los lunes.


viernes, 10 de abril de 2015

La mamá gorda de Joyce

¿Cómo se siente hacer síntesis? Yo les digo. La primer voz se escucha. Luego la segunda. Otras dos. No son voces, son instrumentos. La cordial bienvenida de estos te deja atónito. Asonante, atonal. Sos la parte desafinada pero no lo entendés todavía. Te volviste verde, impávido del escalofrío. Las ondas nadan estratégicamente y resuelven el laberinto hasta tu oído. Qué gracioso es el simple cosquilleo que recibes con los tambores y timbales. Recordás que esa tarde compraste un libro... Uno para la facu... un libro que te salió una buena pasta. Ese libro vendría bien en este momento, en este galpón, donde personas sudan a unos metros. Cierran los ojos. No ven lo que tocan, pero porque no tienen que verlo. Enfocarlo sólo lo destruiría. El libro. Enfocarlo lo despedazaría. Desenfundarías un pensamiento en dos colores. Enfocarlo sería velarlo. Sólo querés que una pieza más se acerque al juego, que esa pieza redefina el momento, lo haga desvariar, lo luzatraviesealprisme. El jazz no corre por tus venas, pero corre una maratón de sentido coleccionable. "No se entiende un carajo". *risas*. Las cortinas ondulares se rompen. Frente a frente. Se quiebra dual la última pieza. Vos. Medio. Estas en. Otra vez. Se aleja, simplemente se aleja. "No seas ortiva, volvé". *risas*. A tu izquierda, lo imposible, pero lograble. A tu derecha, lo imposible. ¡Corre río alcohólico, corre!. ¿Correr? ¿A dónde? Allá. Otra vez. Medio. En el. ¡Asiéntate río alcohólico! Sentate gil. Das vergüenza. Tu derecha plagada de imposibles. No es tan difícil. *risas*. Esa trompeta, guarda con esa trompeta. No comparto. Tish tish tish Crash. A la derecha. A la izquierda. "Mierda, estoy cansado de esto, dame más cerveza". *risas*. La batería suena medio desfasada. ¡HECHENLO! Más cerveza. El climax de la canción se acerca tanto que lo olés en el pelo de las muchachas. Es hora. Al fin, son imposibles. Esto significa la derrota. *risas*. Oh, los palillos son rojos y verdes en el hazdeluz. Haz la luz. Azul. La izquierda llega a tus oidos. La derecha a tu mente. "Nos atacan por los dos frentes capitán". "Les voy a decir qué hacer pedazos de forros:  ríndanse BOLUDOS". Soldado que huye muere de viejo. "pero..." *RISAS*. In the trees.
Obla di obla da. "MCartney era un gil de goma", "ojalá que de verdad esté muerto". *sollozos*.
Ese bajo suena gravemente. Clink clink. Slap that string and call it Marta. BOM BOM. No se le escapa una nota al culiado ese. A la derecha sigue, pero ya no lo siento. "Me río". Diez goles en dos partidos, al mismo equipo. BOM BOM. Una voz de mujer, cant. a. Se corta la comunicación, yajuegalametneatraspara. A la dereecha, Ninguna. Izquierda. Ninguna. Elegí. Puedo con las dos. No elijo. No puedo. AAAH. AAAH. eso de recién fue muy Hippie. ESTO es una jam session boluda. Vez. ¿Atravesados por todos los discursos sociales a la vez? El Aleph de los discursos sociales. *risas*. *risas*. *muertes*. SFX. No se puede hablar. A la izquierda, es lo único que te queda. Por ahora. Hasta mañana. Y ya es mañana. Eso fue aún más hippie. Hay cadáveres. A la izquierda es estar en síntesis. Sr. lector: No muera.

Los resoplidos de las trompetas convierten todo a la unidad. Supongo que estar de vuelta es algo. Malo o bueno. Pero no muchas cosas pasan, la vida es larga. Sos joven. Ser jóven y ya estar muerto es un problema precoz. ¿La cura?. La izquierda.

sábado, 4 de abril de 2015

Muertes

-Yo, electrocutado...Pero por un rayo ¿Y vos?
-Pará, pará. pará... ¿electrocutado? Qué enfermo.
-¿Por qué?
-Eso dolería mucho. De todas las maneras que hay se te ocurre la más sufrida, masoquista.
-Bueno, gustos son gustos. Además pensá: todas esa majestuosidad de voltios acumulados insertándose en tus venas, viajando a una velocidad infinita y cocinando tu carne a punto medio. El dolor es la sensación más viva que los seres pueden experimentar. Es la sensación más extrema mientras estamos vivos. Cada vez que te quemás, pinchas o cortas, sentís el alivio espiritual de que aún podrías estar vivo. El sistema nervioso se regodea de de un vasto impulso que nos recorre, sintiéndose útil al cuerpo. El deber de hacer reaccionar a nuestra escasa voluntad de recorrer el mundo con los pies. Maravilloso acto de compostura para el alma. El rayo es tan sutil a todo esto. Sólo debe ser certero, y caer desde una nube. Pero la velocidad con que lo hace, inundando cada punto posible del cuerpo con su esencia casi metafísica, en sólo milisegundos. Es la manifestación más grande de estar vivo antes de morir. Como si el último beso que le diste a la chica que amás te visitase por última vez, de pronto y efímeramente. Vos, recién.levantado de la siesta, no te hacés más preguntas y fin. Se acabó. No hay más de qué preocuparse, viviste todo en un patapún.

-Sos muy raro Masoquista. Deberías hacerte ver.
-Pfff, calumnias. Pero te repito: ¿Y vos?
-Bueh, yo...emmm... voy de pecho con ser acribillado en un paredón de fusilamiento.
-¡Qué dramático! por no decir cursi y trillado.
-¡Qué sabrás vos! Si sos un neutro de mierda.
-No lo niego.
-Es cierto que no es original. Pero morir por las ideas es algo heroíco y grande, además de que habla bien de vos: ¿O alguna vez escuchaste que mandaran a matar a los tontos? De alguna forma quedarías flotando en el aire de las nuevas generaciones, envalentonando a la juventud a vivir, a pelear, a morir. Tu nombre sería puesto en pancartas, trascenderías la tierra de la existencia vida/muerte. Te matarían por ser un individuo que hace, que existe como es. Sin mencionar esos segundos. Sí, esos segundos antes de hacer de escudo a la pared, ese momento antes de que tu carne sea atravesada por las balas. Esos segundos mágicos que se te dan para sonreír por última vez, mofándose de los infelices que no pudieron vencer tu espíritu y por eso vencen tu cuerpo. Y expulsando el aire por la nariz, pensás: ¡Estos boludos piensan que me están matando! Error, error, error. Los proyectiles les vuelven. ¿Ves? ¡Esa es una forma de morir!

El masoquista no lo pensó así, y dándole un sorbo abrupto al vaso de cerveza, salió junto con el gordo a la calle, la noche difuminaba el paisaje de la ciudad. A los dos los encontraron borrachos y durmientes en una plaza, uno abrazado al otro, como si separarse no fuese una opción. A las cuatro de la tarde recién, pudieron despegarse y ya despiertos decidieron que era hora de que cada uno se vaya a su casa. Se dieron la mano y arreglaron para jugar al fútbol la semana entrante.
El primero en morir fue el masoquista. El gordo no fue al funeral, a él no le gustan esas cosas.













jueves, 26 de marzo de 2015

Sencillos pasos para convencerse de que se es un poco creativo

A ver... bloqueos mentales, bloqueos mentales, blanqueos mentales... Algo, algo... Doble o nada... Cuando uno pierde la creatividad pierde, más que las llaves del auto, la más importante cualidad que cualquier ser vivo puede tener. Cuando uno se echa al piso y mira al techo en vez de poder escribir Cien años de soledad o Rayuela, dibujar Virgen sodomizada por su propia castidad o componer Close to the edge, se piensa que ha perdido la capacidad por la cual un hombre llega a los hombres. Se piensa perdida la grandeza en potencia de un ser (y digo ser porque mi perro aprendió a cagar en círculos perfectos y eso sí que es GRANDE). Se ríen en la cuadra del frente, las señoras en el piso de arriba cuchichean mientras toman su té con canasta, y los jóvenes tiran huevos podridos a la ventana abucheando como si fuese un concierto de pop en el que se hizo playback. Las ideas no fluyen. No les gusta fluir. Les gusta nadar en lo verde de un pozo. Las ranas vienen y van y es lo único que conocen del mundo, un pozo verde con las mismas caras después del café y unas pocas rocas que decidieron ahogarse ahí. ¡No señor! Encuéntrese en el lobby de lo desconocido con su sombrero de copas agujereado y no vacío. lo que tiene usted oficialmente ¡OFICIALMENTE! (decretado por la academia de copilotos aeronáuticos invisibles de la República Popular de Malasia) miedo. ¿Pero qué es el miedo? No sé. Pero más que seguro que se siente así:
 1- Falto de ideas (planes de escape escasamente organizados).
 2- Explosión de rabia interna (normalmente rompe cosas importantes de lo cual se arrepiente más tarde).
 3- Pone canciones inútilmente tristes (Leonard Cohen y/o banda gótica/emo).
 4- No habla (agita por dentro palabras como "hambre" y "siesta").
 5- Un recurso importante pa' la depresión de ideas: ALCOHOL.

Ahora véase al espejo (no le pegue ¡No sea exagerado, che!), Ahora abra un hermoso paquete de galletitas  dulces y atragántese con esa mierda (puta madre, tendría que haber comprado toddy). ¿Lo hará sentir mejor? puede que no, puede que sí, yo digo que sí porque nada puede desatar los nudos de la conciencia si no está bien alimentado. Hágase un café (nescafé preferiblemente, o sino de filtro y a la bosta). Ahora, párese. Divise los objetos livianos susceptibles de poder ser arrojados. Guárdelos. No queremos matar a nadie (todavía). Si sabe tocar algún instrumento musical, arrópelo suavemente en una esquina. Siéntese al otro lado de la habitación como sin que este se dé cuenta. Acerque su silla un poco. Acerque su silla otro poco. Acérquese. Acérquese. Más. Más. Un poco más. Ya casi lo tiene. Suelte su café que casi se le cae. Otro poco. Estírese. Estírese. Estírese más. más. MÁS. MÁS. Abra la mano. Ciérrela. Sujete el instrumento. Use sus conocimientos promedio sobre música para intentar sacarle sonido. ¿Lo hizo? Bien. Usted ya está un poco más creativo. Felicidades.
Encuentre el mejor vino que tenga (toro viejo) y absorba de manera continua sin derramar gota del elíxir. ¿Lo hizo? Bien. Ahora usted está un poco más borracho. Felicidades. Supongo que se la habrá envalentonado un poco el alma. Haga lo que haga no se suicide. Todavía (tal vez al final de este escrito le van a dar ganas). Pero por ahora no, eso lo dejaremos para cuando sirva de algo.

Ufff... nos salvamos de esa ¿no? Aliviazo. Siéntese frente a un papel acompañado por una pluma, lapiz, lapicera, birome, tiza, portaminas, elefante alfabeto u óleo, y escriba algo tan absurdo como este simple y bastante rudimentario episodio que está usted leyendo.
Y por favor resuelva sus propios problemas ¿Qué no ve que yo ya tengo demasiados?

domingo, 15 de marzo de 2015

Perder y El camino de la redención.

Toca perder. Hoy toca perder. Otra vez. Así me despedía otra vez de esta noche que duró toda la mañana. ¿Perder? ¿Perder qué? Perder las cadenas que aprisionaban los últimos alientos interminables de Prometeo. Robando la trompeta desafinada que representaba el ritual. Los bombos laten en las profundidades de una calle mugrienta. La luz naranja se cree blanca e incita al carnaval. Se pierden también las inhibiciones dentro del ardiente sudor de los hombres que en un festín celebran ser parte de una noche que nunca recordarán. Hoy toca perder.
Yo a un costado del círculo danzante. Yo, nadando en la corriente de vino que esparce sin mirar a nadie, la alegría que yo espero. Hermoso. Mis ojos rojos deseaban compartir el espíritu de la tierra que proporcionaban los platillos oxidados. Pero en abundancia la tristeza se bañaba tranquila en mi sangre, sangre de poeta muerto, de músico mudo, de pintor ciego, de esperanza aún caliente. Confrontar la derrota en el medio de la gala de sonrisas, devastando el mundo que quería crear con mis sola imaginación. Ella siempre se cruza en el medio, haciéndome recordar que he perdido y que la impotencia sólo se puede traducir en una sonrisa falaz que escala desde el nudo en la garganta hasta los dientes amarillos, expulsándose a ella misma de un cuerpo que rechaza. 
Pero la costumbre hizo al caballero. Hizo que poco a poco la carne se fuese haciendo transparente y el alma de amante de preescolar se degradara en la tierra. ¿Cuántos días podrá respirar allá abajo? Ahogada entre las nubes plateadas de un cigarrillo, desfiguradas por el viento huracanado. Concedo la palabra al whisky. Ese viejo amigo que está cuando la soledad se hace presente. Somos tres y sin embargo uno habla. 
La orquesta patética (pathos) no consiguió el efecto esperado. La felicidad nunca es completa cuando vas perdiendo. Vi mis huellas como acantilados, cada paso era caer y enfrentar el viento  en la cara hasta que mi nariz era acolchonada por el duro suelo. Pero sin embargo, sentía esa efervescencia benigna que roncaba. Ella siempre supo. Qué noche. Pero tocó perder. Alguna vez (a veces en mis sueños pasa) me tocará ganar y despertará el gran murmullo que yace en la trompeta desafinada para dar rienda suelta a un gran festín dionisíaco y las lágrimas serán sudor en sangre caliente. Esta es por ahora la verdad de un muerto.

sábado, 14 de marzo de 2015

Génesis: del Orden al Caos

Instante Indefinido y etéreo. Invisible consecuencia. Del 0 al 1 del 1 al 0.
Instante Indefinido y completo. Existencia del lo improbable. Carrera en incongruente reto.
Instante Indefinido y aliento. Motor de lo infinito. Inconmensurable destino incierto.
Instante indefinido y horroroso. Exhumación de encuentros. Intalentosos desatentos morbosos. Instante Indefinido y huracanado. Vórtice de in-materia. Y por siempre así condenado.

sábado, 14 de febrero de 2015

La vergüenza del extraño

Despojado de sus ropas, se hizo paso entre la multitud que colmaba el salón de fiestas del Rey. Como una estrella fugaz, sorprendió a todos con su regreso; pero como una estrella fugaz, se apagó rápidamente. ¿Desesperación? Él había sido el soberano de las tierras blancas hace muchos siglos y segundos, pero su trono no estaba frío y no era de plata. La vergüenza del pasado rey colgaba pendular y sus pasados súbditos la miraban con desdén. El nuevo rey de las tierras blancas abrió los ojos bien grandes, iluminados por candelabros, reconociendo a su antecesor. De pronto, estos se achinaron y dejaron de verse amenazados por aquél viejo barbudo visitante. Este sabía que su reino estaba perdido para siempre tanto como que la luna era blanca y negra y azul y amarilla y roja. Con nostalgia veía como su palacio era exactamente igual y exactamente diferente pues él ya no pertenecía ahí y el verdadero rey ya estaba pronunciando las palabras “condenado”, “a” y “muerte”. Los guardias, su hijo (antiguo príncipe) y su hermano lo tomaron uno de cada brazo (otros guardias de la barba) y el calabozo no se hizo esperar para darle la bienvenida.
Ningún grito se escuchó esa noche desde adentro de la reja. Ninguna queja de voz arenada, ninguna deuda a saldar con alguien, ningún justo reclamo de un trono. Nada ¿Desesperación? Sí. Los codos tocaban el suelo, la nuca la pared, la barba ardía, su piel expuesta quería dejar entrar el cuchillo del guardia. Pero como sabía que esto iba a suceder de todos modos, se limitó a yacer. Los ojos perturbados del barbudo se cristalizaron, se volvieron piedra y cayeron en hueco sonido al piso. Sus manos le pesaban como dos gigantes traidores. Pensó en su trono una vez más. Dejó de pensar.

El día que le siguió a ese fue soleado. Un gracioso zorzal se posó gracioso sobre el árbol que había crecido 100 años después sobre la tumba de aquel hombre que había perdido su reino por apostar a un recuerdo.

domingo, 25 de enero de 2015

Don Hilario y Pantagruel (primer capítulo)

Don Hilario se levantó esa mañana tranquilo. Se incorporó en su cama hasta un punto en el que la luz del alba comenzó a darle directo en las arrugas de la cara. Retiró su espalda un poco hacía atrás entrecerrando los ojos, confundido por aquel enceguecedor martirio de la mañana que lo sorprendió. Esto lo había puesto de muy mal humor. Aún así, puso los pies en el suelo muy delicadamente, tratando de que sus pies no quedasen colgando y que tampoco se toparan con la alfombra abruptamente (eso sería algo doloroso). Vestía su clásico piyama para dormir de "los martes de no lectura" que consistía en una musculosa que quería aparentar ser blanca pero con los años se había vuelto tan amarillenta como la piel de aquel viejo, y un pantalón rayado verticalmente celeste y blanco.Con paciencia y ya sintiendo la suavidad de lo que tenía debajo de sus pies, se sacudió religiosamente los brazos: primero el derecho 3 veces con su mano izquierda, luego el izquierdo 2 veces con su mano derecha. Se incorporó y avanzó exactamente los 2 pasos necesarios para que las pantuflas se calzaran como dos trapecistas a sus pies. Al fin, con esfuerzo (más del que se le podía pedir a un hombre de su edad) se paró. El baño inmaculadamente blanco, se ubicaba a 5 pasos exactos de la posición de las pantuflas. Arrastrando los pies por la alfombra llegó a él sólo para darse cuenta que no estaba "tan" inmaculado como esperaba.
 -¡Pantagruel!
La casa retumbó por dentro. El eco del grito (confirmaron los vecinos) pudo escucharse en los teléfonos de lata de todos los niños del vecindario.
 -¡Pantagruel!

La violenta segunda descarga de aire que hizo don Hilario se esparció por la casa. El silencio esperó. Al fin algo empezó a moverse, una figura extraña se retorcía entre las paredes de la casa. Asomó sólo su cabeza, como un gato asustado, un hombre gordo, de espalda ancha, cabeza cuadrada, joven y de ojos grandes. Con su voz de contratenor pudo responder el resoplido de su amo tratando de pedir disculpas.
 -¿Miau?
 En seguida lo vio, el viejo lo agarró del cogote con violencia y (sin levantarlo, por supuesto) le mostró las heces que había esculpido en el "ya no tan inmaculado" baño.
 -¿Miau? -Insistió Pantagruel.
 -¡Qué "miau" ni que ocho cuartos! Rajá de acá gato boludo.
 -¡Miau!
 Pantagruel en cuatro patas y tropezándose contra la mesita de luz que reposaba al lado de la cama, y luego contra la puerta, corrió asustado de que en una de esas su dueño le pegara. Don Hilario luego escucharía el ruido metálico de una silla que se caía en el comedor. El viejo, aun enojado, tratando de apaciguar su ira, movió las manos hacia arriba y hacia bajo llamando a la calma. Y ahora con paciencia se agachaba en un esfuerzo enorme para sacar de debajo de la pileta del baño: la lavandina, el barbijo, el trapo de piso y la esponja. Luego en una bolsa metió (cuidando de no tocarlo) el nobilísimo "hijo" de Pantagruel y limpió detalladamente la loza blanca. Luego de haber tirado aquél, arrimándose a la cocina-comedor con pasos extenuantes, se encontró con el "gato" que temblaba del miedo y que lo miraba con ojos grandes y negros de arrepentimiento desde debajo de la mesa. Don Hilario no pudo evitar ver en la profundidad de los ojos de gato asustado y, acercando su mano sigilosamente, logró que aquél hombre de bata azul de debajo de la mesa se resfregara con gusto en ella, torciendo la cabeza para arriba, girando sobre su eje (como pudo y haciendo tambalear algunas sillas postradas alrededor del mueble) y levantando su cola al final (con las rodillas). Luego se echó boca abajo y Don Hilario alcanzó a darle palmaditas reivindicadoras de amistad en la panza (sólo tres, porque no le gusta que le den más). -¡Qué lindo este animal que tengo yo acá! Le hablaba el dueño dulcemente y en falsete para animarlo a salir del escondite.
 -Prrr.
 Se regocijaba el "gato". Don Hilario luego de jugar ese ratito con Pantagruel debajo de la mesa, desdobló su espalda, sólo para darse cuenta que le dolía a montones e insultó instintivamente a la bestia. Con acciones casi mecánicas preparó un café con dos cucharadas previamente meditadas de azúcar y antes de sentarse a la mesa a disfrutarlo junto con el diario de ese día, levantó las sillas que Pantagruel con su desproporción, había tirado. Al fín sentado a la mesa, este le rasguñó una pierna tratando de "acariciarlo".