jueves, 13 de agosto de 2015

Brindis

Brindo por el hombre que construye su morada en la tibia barbilla de un águila tuerta. Brindo por el hombre que construye un castillo donde los muros son espejos y las lenguas serpientes en la cálida conciencia. Brindo por nuestros padres, que no comprenden que la libertad un niño se la imagina. Brindo por nuestros hijos que no entenderán que las cadenas las creamos con sudor y sangre de poeta. Brindo por una luna amarilla como la sangre que ahora corre por las venas de un simple retrato, suavizando su caída al suelo, levantando el polvo blanco que son los restos de un sordo-mudo. Brindo por los siglos de condena que le adjudicaron a las mentes que pensaron que la Tierra podría llegar a ser el centro del universo, los jueces convencidos de que el oro era agua. Brindo por los aplausos que le dan al último de los samurais post-mortem por sus años de valentía al servicio de su señor. Brindo por la última copa de vino que se tomó aquella novia que tuve una vez y que resultó no entender que la falda se la tenía que levantar en mi presencia no más. Brindo por los 10 centavos que encontré en el colectivo y que al brillar desde su pobre cobre, descubrí que el escudo era una mancha en la Mona Lisa. Brindo por el hombre de nuevo, que jóven se sacó los ojos para atravesar aquél campo de górgonas sin convertirse en piedra. Brindo por aquél que lee esto y me reinventa a través de sus palabras en la boca de otros que miran al noreste. Brindo por mí, ser entre todo ser, que solo no es. Brindo por mí que aún sin hacer nada puedo escribir con mis dos manos azules y mi tinta de escritorio. Brindo por la sana obediencia que tenemos a razones ilógicas que en lo absurdo nos convierten en humanos y nos dejan vivir hasta la muerte. Brindo por los pensamientos que quiero que abandonen mi cabeza. Brindo por los múltiples sustos que juegan una partida de póker con el infinito para saber cuál se queda con todo. Brindo por estas palabras que son las úunicas que han rondado en la guitarra de algún sabio borracho. Chin chin por ese hombre sentado atrás bostezando. Brindo por la música del alba que entre sospechas no entendemos. Brindo por esta última cena que se repetirá en eco mañana. Ya pueden sentarse.