sábado, 22 de noviembre de 2014

Oraciones subterráneas Plegarias descendentes

A veces los sonidos se mezclan y mis ascensores difieren.
Aquel al cual no quise abandonar,lo até y lo maté de hambre.
Entre una y otra, entre uno y afuera.
Costas y costas de plomo me hacen feliz.
Ya el tiempo es un reflejo de una esquina iluminada, donde se ve la silueta de un hombre que con su dedo mueve las corrientes de aire invisibles en la noche.
No deja rastros de su partida excepto por un pañuelo mojado.
Lentamente, los sentidos se vuelven todos el olfato y suena en la atmósfera el olor a cigarrillo.
Cartas tiradas en el suelo son la suciedad de mis palabras que cuelgan de un hilo y levantan vuelo en las brisas cerca de un río.
Entroncan los desalineados fiordos que mi piel crió y regaló a un mundo de maíz.
Tal vez los pájaros sedientos de fragancias de mar, puedan devorarlo junto con la saliva que acabo de desperdiciar.
Porque en esta burbuja fétida, las moribundos cables hicieron el escudo que en vano llora de inmensidad.

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