domingo, 2 de octubre de 2016

El abrazo


 Gaspar no podía reconocer la cara que se encontraba frente a él en el espejo. Se acercó un poco para examinarla mejor. La cara se acercó. ¿Siempre había tenido esas arrugas? Él creía que no. Esa cicatriz en la frente como tajo profundo en "v" era totalmente desconocida. Él nunca había estado en ninguna pelea con cuchillos ¿Cómo podría haberse hecho ese tajo? La mirada fija, como de lobo mirándolo a él. Esas entradas. ¿Pero si el padre, sus abuelos, sus bisabuelos, sus tíos, ninguno era calvo o había perdido el pelo? Tanto se puede cambiar en tres horas, que era el tiempo que había estado en aquel bar y el tiempo que había pasado desde la última vez que se había mirado en un espejo.
Muy convencido de que algo fallaba en su reflejo, Gaspar levantó un brazo, el "otro" en el espejo no lo levantó. En vez de eso, el "otro" se empezó a lavar la cara. Gaspar se toco su propio rostro: estaba mojado. Increíble ¡Su propio reflejo lo había desobedecido! "Uno ya no puede confiar ni en su sobra" se decía indignado por la traición. Levantó su brazo, su reflejo miró de costado, como viendo más allá de la pared. Se irritó, su reflejo esbozó una sonrisa. ¡No, no te vas a burlar de mí, vos! ¡Mirame a mí! ¡Vos, te vas a quedar y vas a hacer lo que yo digo! Su reflejo sonrió un poco más y entreabriendo la boca dejó salir unos dientes amarillos. Difícil de creer. ¡Me han crecido unos cuantos dientes de nuevo! Decía y escupía sin querer el espejo. Gaspar no llevaba puesto el saco negro y la remera de Ritchie Blackmore's Rainbow que su contraparte vestía. O eso creía.
La irritación del hombre llegó a su punto cúlmine: tratando de amaestrar a su reflejo comenzó un baile brusco y retorcido con sus brazos y piernas, agarrándo su propio saco y tironeándolo hacia todos lados mientras que con sus pies zapateaba. Levantando su rodilla a la altura de sus caderas y levantaba los brazos.  Pero su reflejo no se inmutaba mientras se reía mirando a su izquierda. Tal vez lo miraba de soslayo, pero Gaspar no podía distinguir esto.
Pronto el "otro" comenzaría a caminar hacía el lugar que miraba con una sonrisa entre maliciosa y compadeciente. La desesperación llegó a Gaspar ¿Qué estas viendo? ¡¿Qué?! No te vayas ¡¿Te he tratado mal alguna vez?! Volvé, volvé. volvé. ¡Necesito un reflejo!
El hombre en total resignación y con lágrimas en sus ojos, sentiría una mano en el hombro derecho. Era su reflejo. Aún con más lágrimas, pero de felicidad, abrazó al que pensaba prófugo. Juan había pasado un buen rato viendo a un hombre viéndose a un espejo inclinado, sin saber que en realidad estaba viendo el reflejo de la persona equivocada. El "otro" detrás del espejo era el mismo Juan. Por eso Gaspar no podía reconocerse, pues él no conocía a Juan.
Este no había tenido un buen día, pero la escena le devolvió algo el humor y le devolvió el abrazo a Gaspar.

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