domingo, 7 de septiembre de 2014

Dígaselo conmigo

-Vamos, usted, no sea maricón y dígale.
-No le digo nada.
- Dale, dígaselo, ¡Ya estamos grandes, Che!
-No le digo una bosta.
-Si le dice.
-No le digo, no le digo y no le digo y que venga el que quiera que lo destripo.
-Pero no se haga el sota usté, che, si sabe que quiere decírselo.
-Me importa un corno lo que usté piense.
-Dígaselo, hágalo ¡Dígaselo conmigo, viejo!
-¿Pero vos vas a estar ahí?
-Más vale hombre, si amigos pa' que los hay.
-Bueno, pero no se me vaya usté a hacer el retobao, se queda acá no más al frente.
-Dale, dígalo conmigo.

Los Dos Viejos empilchados terminan de hablar. Uno de ellos se da vuelta en el medio del barcito, se arrodilla ante una hermosa muchacha, rubia de pelo largo sedoso y ojos castaños, y le declara su amor. Mientras tanto el otro se queda sentado en una de las sillas con una sonrisa de alegre dentadura, y al quebrar de las rodillas del primero, cae al piso muerto.

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